sábado, 27 de abril de 2013

Dudas razonables


Desde que era adolescente he consentido en el orden de mis ideas la convicción de que no hay dos seres humanos iguales. Se trata al fin y al cabo de una fe, no exenta tal vez de cierta dosis de presunción, implantada en todos nosotros por el individualismo romántico, y que ha evolucionado en los últimos decenios hacia un laborioso oxímoron que podría formularse como «individualismo social» o «individualismo cooperativo» o, por dejar cierto margen al optimismo, «individualismo solidario».

Lo que siempre me ha provocado profundas crisis de fe es otra idea que, una vez corregida la inocencia adolescente por la experiencia, ha ido creciendo en mí: la omnipresencia de la idiotez. Bien, admitamos que cada ser humano es distinto, de acuerdo. Pero, ¿cómo encaja eso con la evidencia de que la idiotez es siempre la misma, ubicua y tan entrañablemente humana?

Miren, yo de verdad que quería escribir hoy sobre Roberto Juarroz, cuya poesía he leído con insistente discontinuidad a lo largo del tiempo, desde que lo descubrí casualmente en mis años de estudiante universitario –porque en la Universidad no se habla de Roberto Juarroz, ni apenas de poesía–, y hasta había elegido un poema suyo, uno de los muchos que me conmueven por su lucidez, su precisión y su ética, que dominan toda la obra del argentino. Pero al ir a confrontar mis notas con los apuntes de otros blogueros, esto es, al querer buscar la individualidad del pensamiento, me he encontrado con la muchedumbre de la idiotez, y no he tenido más remedio que modificar mis planes.
Pero vamos primero con el poema:

¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?

¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?

Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.
(Roberto Juarroz, Poesía Vertical VI – 7)

Y a partir de aquí, la pura idiotez, que recopilo aquí de manera ni de lejos exhaustiva, reproduciendo siempre literalmente las citas, con su sintaxis, su ortografía, su majadería. Me disculparán, eso sí, que no cite a los autores por si alguno, con el tiempo, se corrige:
- “Antítesis, oposición y paradoja abunda en su obra, dónde el absurdo y el vacío no le son ajenas, tal vez como única cosa válida.  Poesía Vertical sí, pero penetrando profunda en todos los lados” (H.P.)
Lástima que en su cabeza no.

- “Si bien la poesía generalmente tiene como fundamento el cantar y el contar, Juarroz agrega uno nuevo: el pensar, rompiendo las formas tradicionales.” (Del mismo H.P.)
Pensar le resulta novedoso. Ahora se entiende todo.

- “No me gusta la perfección en casi nada, y menos en las personas, será por que soy "imperfecta" ?” (C.)
Ya podría ser.

- “que tan perfecto te sientes, para decir que presumiblemente amas, porque aseguras amar a un ser imperfecto.
primero que tan perfecta te sientes para asegurar que amas?
se ama sin siquiera saber que imperfeccion tiene la otra persona, y eso al regalar una sonrisa.
se ama al desinteresadamente ofreces amor a alguien que en esta inmensa y aglutinada poblacion pasa desapersivido necesitando del abrazo.
que padre que veamos en todos los seres humanos algo bueno. porque cuando lo hacemos sin tomar juicio, solo asi podemos asegurar que nuestra elevacion espiritual va por buen camino.
lo que si se puede hacer sin compromisos, es resaltar que los demas seres humanos son inferiores al señalarlos como imperfectos que merecen un abrazo.
y eso no es amar.
todos buscamos la perfeccion, quien se dice perfecto para amar?” (A.)
La paz sea contigo, hermano.

- “y si te enamoraste de esa persona ke es perfecta?” (I.)
Pues nada, te jodes y no puedes leer a Roberto Juarroz.

- “Coincido. Como siempre tiene razón Don Roberto.” (D.)
Lo siento, señor D., don Roberto no atiende visitas ni responde agradecimientos desde hace casi veinte años, que la palmó.

- “La perfección es puro grupo, sólo es perfecta la naturaleza y mire el moco que se mandó poniendo cada figurita en este mundo…” (M.)
Con este sí que voy a tener que coincidir, aunque lo de “puro grupo” no lo pillo.

- “¡Creo que sí! Así como el caos es una especie de orden supremo. En realidad hay filtros en todas las cosas que vemos. Por lo que, generalmente, no vemos la realidad tal cual es. Quizá todo sea perfecto y nosotros no alcancemos a percibirlo.” (R.)
Tal vez. Y tal vez los Reyes Magos existen, y los extraterrestres están entre nosotros, y su hada madrina lo protege a usted de que no le partan la cara cuando dice esas mamarrachadas.

- Y ahora una conversación:
El I. E. dijo:
5:26 p.m.
“y que debo hacer? aceptar lo imperfecto? o sentarme a esperar hasta que lo perfecto llegue? hay perfeccion en mi vida? o la imperfeccion la hace correctamente digerible? cuanto quilombo que tengo en el bocho, definitivamente corto el opio. ahora, necesito algo sobre el tiempo, la espera y el dejar venir lo que tenga que venir; mucha paciencia no tengo, todo lo que quiero esta del ''otro lado'' -solo para entendidos-. salut!”

J. dijo:
5:33 p.m.
“Salut!
No puedo responder a tus preguntas...
Ahora te mando algo loquito sobre la espera pero vas a terminar matándome.
Paciencia... (¿paz - ciencia?)
Te quiero.”
Me excusarán los comentarios.

- Para terminar, una serie de comentarios de un mismo blog que me hacen pensar que el término «idiota» tal vez no incluye todas las posibilidades:
“Hola mi estimada P., hoy entre tú y J. os habéis propuesto que me rompa la cabeza en entender las palabras ee bueno las palabras las entiendo es el significado del conjunto que se me resiste. Veamos...” (K., 07 enero, 2011 10:28)
Vamos K., que no es tan difícil.

“No conocía a este autor, pero el mensaje parece claro. Es como preguntarse cómo amar a una mujer o a un hombre "normal" si desde que nacemos la televisión, la publicidad en la prensa nos bombardean con personas de gran belleza física, de cuerpos que según el canon son espectaculares. Por qué alguien que se salga de esos canon ya no resulta atractivo. En este caso, entiendo la pregunta como una crítica al sistema.
Fácil, sabiendo que lo perfecto no existe y aprendiendo a amar esas imperfecciones que pueden resultar encantadoras. O quizá si pensásemos que lo que nos llama, lo que entra por los ojos no es realmente lo perfecto, que esa caída de las cosas es parte de su modo de ser y de existir, y por tanto, de su perfección, avanzaríamos bastante en este asunto. Como dice Roberto de forma muy bella.” (M., 07 enero, 2011 12:26)
Bueno, otro que no sabe quién es ni dónde está el amigo “Roberto” (seguro que se imagina que es un blogger con un taller de autoayuda). Pero lo mejor es su lectura del texto de Juarroz como una crítica al sistema, buenísimo.

“¿Quien cataloga lo que es o deja de ser considerado como "defecto"? Lo que para ti resulte aborrecible, molesto o despreciable a mí puede parecerme la manía más encantadora del mundo... y viceversa.” (A. B., 07 enero, 2011 14:56)
Gran verdad. Tiene un novio muy feo pero es maja esta chica...

“En la vida no hay nada perfecto. No hay cosas perfectas, no hay situaciones perfectas, no hay cuadros ni canciones perfectas, no hay gente perfecta; no existe el príncipe azul perfecto que le gustaría a todas las mujeres del planeta sin excepción (o la princesa perfecta para todos los hombres, claro).” (D. B., 07 enero, 2011 15:13)
Esto me trae a la memoria una anécdota de la Universidad, quién sabe si no sería a propósito del mismo poema: un compañero de clase, que salía con otra compañera no muy agraciada, declaró que todos los hombres querrían salir con una tía buena (no recuerdo los términos precisos de su exposición) pero que tenían que conformarse con lo que tenían. No rompieron. Se casaron. Tienen hijos. Son felices. ¡Maravillosos seres humanos!

miércoles, 24 de abril de 2013

El soneto sobre el soneto (II)


Al conocido soneto de Lope «Un soneto me manda hacer Violante», sobre el que volveré en entradas posteriores, preceden otros en el tiempo, como decía en la anterior entrada dedicada al «Soneto sobre el soneto». Entre ellos, suelen citarse especialmente dos, uno de Diego Hurtado de Mendoza y otro de Baltasar del Alcázar.

El soneto de Lope guarda claras semejanzas con el de Diego Hurtado de Mendoza. Si Chacón, el personaje de Lope en La niña de plata, simulaba satisfacer la petición de Violante, Hurtado de Mendoza ofrece, también fingidamente, su soneto a la “Reina”. No se trata, sin embargo, más que de una excusa para construir un soneto, como en el caso de Lope, que explica la sucesión de sus versos su propia elaboración:

Pedís, Reina, un soneto; ya le hago:
ya el primer verso y el segundo es hecho;
si el tercero me sale de provecho
con otro verso el un cuarteto os pago.

Si llego al quinto; ¡España! ¡Santiago!
¡Fuera!, que entro en el sexto. ¡Sus, buen pecho!
Si del séptimo salgo, gran derecho
tengo a salir con vida deste trago.

Ya tenemos a un cabo los cuartetos;           
¿qué me decís, señora? ¿no ando bravo?
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

Y si con bien este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos,
¡ya deste, gloria a Dios, he visto el cabo!

Entre otras analogías, puede observarse, por ejemplo, que la salvación ante el reto llega en un momento similar. Así, en los versos 7-8 escribe Lope: “mas si me veo en el primer terceto, / no hay cosa en los cuartetos que me espante” y Hurtado de Mendoza, también en los dos versos finales del segundo cuarteto, había escrito “Si del séptimo salgo, gran derecho / tengo a salir con vida deste trago.”

El soneto de Baltasar del Alcázar parte también de un pretexto de encomienda, a instancias de “Inés” en este caso (otra ficción: “Inés” aparece en otros poemas satírico-burlescos del autor). Durante su desarrollo hace también referencia a la construcción del soneto, pero su gracia está en que la promesa de revelación del “secreto” anunciado en el primer verso y reiterada en el quinto nunca se produce. El poeta hace gala, pues, de la ardua habilidad de no decir nada, tan cultivada a lo largo de los siglos por innumerables profesionales de la literatura (cierto que no siempre de forma voluntaria y consciente):

Yo acuerdo revelaros un secreto
en un soneto, Inés, bella enemiga;
mas, por buen orden que yo en éste siga,
no podrá ser en el primer cuarteto.

Venidos al segundo, yo os prometo
que no se ha de pasar sin que os lo diga;
mas estoy hecho, Inés, una hormiga,
que van fuera ocho versos del soneto.

Pues ved, Inés, qué ordena el duro hado,
que teniendo el soneto ya en la boca
y el orden de decillo ya estudiado,

conté los versos todos y he hallado
que, por la cuenta que a un soneto toca,
ya este soneto, Inés, es acabado.

En este caso, las semejanzas con el soneto de Lope, que sigue más el modelo de Hurtado de Mendoza que el de Baltasar del Alcázar, se manifiestan especialmente en el terceto, donde Lope escribía “Ya estoy en el segundo, y aun sospecho / que voy los trece versos acabando; / contad si son catorce, y está hecho.”

miércoles, 17 de abril de 2013

La educación en Principia

La educación en Principia nunca se castigó hasta varios años después de la revolución que fue conocida como Nuevo Régimen, sobre la que todo lector interesado encontrará estudios más o menos académicos, narraciones extensas, reflexiones brevísimas, confesiones, leyendas y recuerdos en el Archivo Internacional del Antiguo Nuevo Régimen (así es como el movimiento fue rebautizado más tarde). Antes del (Antiguo) Nuevo Régimen, la formación de los ciudadanos de Principia se ajustaba a modelos no diferentes a los aplicados en la Tierra, y con una evolución bastante parecida: los alumnos, organizados en niveles de edad, acudían a los centros de enseñanza, donde los profesores impartían las clases con una metodología que iba adoptando progresivamente nuevas estrategias y avances tecnológicos, relajando la disciplina en consonancia con los tiempos y recogiendo y amparando todas las excepciones oportunas. Eso fue el principio del fin.

Pronto se evidenció imposible atender todas las particularidades sin postergar los paralelismos del conjunto. El afán de justicia hacia lo singular oprimía con una intolerable injusticia a lo general. El eminente filósofo alterativista Samuel Rebelkey predijo entonces que si la educación continuaba fundada esencialmente en el respeto a la excepción, lo usual acabaría convirtiéndose también en excepción, por lo que se llegaría inevitablemente a la paradoja de una regla únicamente constituida de excepciones. Añadió, por último, que una vez llegado a este punto, la educación pública sería insostenible, puesto que cada alumno (ya desde ese momento insólito e irrepetible) necesitaría como mínimo la atención individualizada de un profesor, cosa que ningún Estado podría permitirse, por lo que la educación volvería al más absoluto primitivismo: cada uno en su casa instruido exclusivamente por sus padres, salvo en el caso de matrimonios con más de dos hijos o familias monoparentales con más de uno, que tendrían que desatender al menos infrecuente de sus hijos para dedicar sus esfuerzos didácticos a los demás.

Para Bellows, cabeza visible de la escuela filosófica permanentista, el dictamen de Rebelkey era completamente erróneo, aunque se confesaba totalmente incapaz de contestarlo. El doctor Bithline, más entusiasta e intuitivo, fue hasta la residencia de Samuel Rebelkey, cuyo jardín estaba invadido por periodistas, fotógrafos, padres preocupados, representantes de todos los sindicatos de alumnos y de profesores y algunas autoridades gubernamentales menores, entró en la casa, le disparó a la cabeza, con éxito y al tiempo que pronunciaba “¡Yo lo contesto así!”, y volvió a salir al jardín de su rival con el tiempo suficiente como para –aprovechando la confusión y el estupor– realizar unas breves declaraciones: la pervivencia del sistema educativo o, en una expresión más totalizadora, la de la sociedad –según sus oponentes discutida por Rebelkey– no requería verificaciones. Había sido suficiente un acto tan simple como un disparo para desarmar la teoría del viejo filósofo. Todas las individualidades se habían eclipsado súbitamente para fijar la atención colectivamente en un hecho objetivo.

La población de Principia, poco habituada a la brutalidad, condenó el hecho de inmediato, y las autoridades judiciales actuaron con firmeza contra su hacedor. Pero privadamente, todos respiraban más tranquilos y agradecían al doctor Bithline haberlos librado de los apocalípticos augurios de Samuel Rebelkey. Rebelkey, sin embargo, tenía razón. O casi, porque lo que ocurrió después fue incluso peor de lo que él había imaginado.

La verdad es que, aunque la mayoría se sentía satisfecha por la prueba del sanguinario doctor Bithline, las teorías de Rebelkey también habían contagiado a algunos espíritus más pesimistas entre el profesorado, que comenzaron a corregir por su cuenta algunos excesos individualizadores de la educación. En otros, además, la demostración de Bithline causó el efecto contrario. Creyeron que la humanidad (en realidad, los habitantes de Principia se llaman a sí mismos principiantes, pero también reciben este nombre los especímenes en edad formativa; así que, dado el tema de estas líneas, prefiero utilizar el término terrestre) evolucionaba completamente al contrario de lo pronosticado, no hacia el individualismo radical sino hacia una cooperación y unidad más integradoras. Comenzaron a actuar en consecuencia y, aunque por motivos distintos, llegaron a una notable similitud con los rebelkeyanos en cuanto al empleo de métodos didácticos intervencionistas universalizadores.

Como que el ejemplo se extendió, las minorías se vieron seriamente amenazadas, se indignaron, protestaron, se sublevaron y pleitearon. Pronto se conoció la sentencia del Tribunal Supremo (hay que advertir que en Principia solo hay Tribunal Supremo, ya que para evitar tediosos aplazamientos no existe posibilidad de apelación: un único órgano judicial bien provisto de eficientes jueces, cuya identidad nadie conoce para que no puedan ser influidos o sobornados, actúa con suma celeridad en todos los litigios): no era posible ignorar las excepciones pero no había forma tampoco de ampararlas en su totalidad, como bien había previsto Samuel Rebelkey. Se cerraron entonces todas las escuelas, se envió a casa a los niños, encomendando su educación a sus progenitores, y se escogió un número de “profesores de asistencia urgente” (la mayoría fueron destinados a otros ministerios) para los casos de emergencia social.

Hablo, claro, de los tiempos del Antiguo Nuevo Régimen, cuando las cosas aún no habían empezado a empeorar...



martes, 9 de abril de 2013

El soneto sobre el soneto (I)

Si el soneto es la forma poética más exitosa de las exportadas por el renacimiento italiano es también, junto al romance, la composición con más continuidad en español. Desde su aparición, sus ejemplos se cuentan por miles no solo en la literatura española sino en otras muchas, en una tradición ininterrumpida, aunque con oscilaciones, que llega hasta nuestros días.

La pluralidad de variantes que presenta el soneto en cuanto a su forma es un fenómeno característico de esta composición. Ya desde su origen, por ejemplo, ofrece varias posibilidades de combinación de las rimas de los tercetos e incluso oscila entre las dos y las tres rimas. Pronto se incorporan el estrambote (o caudato) y doble estrambote, además de otros añadidos que incrementan los catorce versos del soneto petrarquista. También, en el mismo siglo dieciséis, se escriben sonetos con un metro distinto del endecasílabo o se modifica la estructura de rimas, sobre todo en Inglaterra, donde Spenser escribe incluso sonetos en versos blancos.

Las singularidades mencionadas son solo una pequeña parte de las muchas que el soneto proporciona ya en el Renacimiento. Siglos después, la diversidad de sonetos es tan grande que su sola enumeración ocuparía más líneas que las que esta entrada finalmente tendrá. Y lo mismo puede decirse en cuanto a la variedad temática. Quiero ocuparme, por el momento, solo de los sonetos que tienen como tema el mismo soneto, es decir, de los sonetos sobre el soneto, tanto de los que explican la composición misma del soneto como de los destinados a la crítica o el escarnio de otros sonetistas.

El conjunto de sonetos sobre el soneto es ciertamente extenso y ya cuento con no reproducir ni una pequeña parte de su inventario, ni siquiera entre los escritos en español, tanto por su número como por la desigual calidad de sus realizaciones. De cualquier modo, espero que los ejemplos escogidos constituyan una muestra representativa, y cuento también con las incorporaciones de otras lenguas que los lectores puedan ofrecer, ya que mi intención es dedicar varias entradas a la materia.

Comienzo, pues, con el ejemplo más popular aunque ni de lejos el mejor –y ni siquiera el primero– de los sonetos sobre el soneto, el conocido vulgarmente como «Soneto de repente» de Lope de Vega, título que, tratándose de Lope, no lo identifica lo suficiente, pues así es como escribió la mayoría de ellos. El soneto, además, frente a la común creencia, no es un texto aislado sino que forma parte de una de las comedias de Lope, La niña de plata, Acto III, Escena IV –en el fragmento, además del célebre soneto, se aprecia una no muy velada crítica al culteranismo–, que reproduzco parcialmente para situar el poema en su verdadero contexto:

[...]
LEONELO             Déjate de esos locos desatinos
                            y despierta a tu amo.
CHACÓN                                                    ¡Ah señor amo!
                            ¿Qué tienen esas rejas?
DON JUAN                                                 Hierro tienen,
                            mármoles tienen de que están asidas.
CHACÓN              Ea, ¿mas que se suelta la poesía,
                            que encajas aquí cualque soneto?
DON JUAN           Si entendiera acabarle, comenzárale.
CHACÓN              Pocos saben, Señor, cómo se acaban;
                            y así, verás sonetos milagrosos,
                            que entran con obeliscos y pirámides,
                            marfil, ebúrneo pecho, fuentes líquidas
                            y vienen a parar desustanciados.
DON JUAN           ¿Has sido tú poeta?
CHACÓN                                                    Cuatro veces:
                            la primera me dieron muchos palos;
                            la segunda vinieron cuatro curas
                            a conjurarme por maligno espíritu;
                            la tercera me echaron de la calle
                            por apestado y hombre contagioso;
                            y la cuarta, a la fe, gané unos guantes
                            con un soneto.
DON JUAN                                        Dile, por tu vida.
CHACÓN              ¿Tendréis paciencia?
DON JUAN                                                 Sí.
CHACÓN                                                             Va de soneto.
LEONELO             Di el sujeto.
CHACÓN                                 En el mesmo está el sujeto.

                            Un soneto me manda hacer Violante,
                            que en mi vida me he visto en tanto aprieto,
                            catorce versos dicen que es soneto;
                            burla burlando van los tres delante.
                            Yo pensé que no hallara consonante,
                            y estoy a la mitad de otro cuarteto;
                            mas si me veo en el primer terceto,
                            no hay cosa en los cuartetos que me espante.
                            Por el primer terceto voy entrando,
                            y parece que entré con pie derecho,
                            pues fin con este verso te voy dando.
                            Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
                            que voy los trece versos acabando;
                            contad si son catorce, y está hecho.

LEONELO             ¿Cúyo pudiera ser tal desatino?
DON JUAN           Déjale hablar; mi pena se entretenga
                            de cualquiera manera.
CHACÓN                                                    Más me holgara
                            de irme a acostar que entretener dos locos.
DON JUAN           ¿Hay cuerdos con amor?
CHACÓN                                                    Sin amor, pocos.
DON JUAN           Yo me muero de amor.
CHACÓN                                                    Y yo de sueño.
[...]