miércoles, 27 de marzo de 2013

La nueva residencia de los Bor

No hace mucho, en el albor del año, los Bor nos acogían unos días en su nueva residencia, una casa espaciosa, llena de cámaras insospechadas y que, aunque vieja y necesitada de reformas se encuentra en un estado muy lejano del desboronamiento. Desamparado frente a la invulnerable vanidad de mi pluma, cedo por fin a la tentación de publicar estas líneas que me entraron ganas de desborrar.



Fue una visita de acelerada tranquilidad. Nada más llegar, aún con el cabello alborotado por el aborrecible bóreas que nos dio la bienvenida, los Bor me borsequiaron con un ejemplar de bolsillo de la poesía de Du Bellay, de quien yo había hablado con devoción tras la primera visita a los Bor, cuando aún vivían en Liré, zona cero del poeta.



Siguieron unos días con la climatología típica de aquellas latitudes: primero los cielos aborregados que preceden a las borrascas y el borroso paisaje bordado de cottages, luego el tamborileo de la lluvia en los cristales y los arborescentes campos anegados por las insubordinadas aguas del Loira desbordado. Aprovechamos, pues, para callejear por el centro de alguna de las ciudades más cercanas con la intención de mirar boratijas (una amalgama inabordable que incluía desde manufacturas de Borneo hasta reproducciones de la plaza de Tábor, flores de eléboro negro, herramientas de arboricultura o el cimborio de la catedral de Santiago) en los venderetes extendidos a bordo de las plazas, eso sí, desprovistos del alboroto y de la elaborada verborrea meridional. Sin embargo, el contacto con los aborígenes, y hasta la atención que les prestamos, fue ciertamente inapreciable, dada su naturaleza particularmente insípida, fuera de alguna señora con peinado arboriforme y de lengua de víbora, porque es difícil encontrarse con algún notorio alborotapueblos (allí el alcoholismo es silencioso) y las calles se despueblan pronto a causa del característico horario laboral boreal.



Por fin el tiempo mejoró y nos sorprendió tanto ver al fin el sol en aquellos regiones hiperbóreas que decidimos hacer una excursión a pie por las inmediaciones de La Chapelle-Saint-Florent, que así se llama el lugar donde ahora habitan los Bor. Yo esperaba entonces ver aparecer a la señora Bor calzada con unos borceguíes laboriosamente abortonados y un gorro con borlas y al señor Bor a juego y con un tambor y un emperifollado bordón para marcar el paso, pero para mi sorpresa aparecieron vestidos en su forma humana. Inhumano, en cambio, fue el paseo. Agua a babor, a estribor agua, y allá en el frente más agua. Pese al soberbio espectáculo del curso del Loira y los notables ejemplos de arquitectura nobiliaria del recorrido, acabamos de barro hasta las cejas.



Pero no quiero hablar de eso hoy. Este es más bien un relato de interiores. Aunque no puedo refutar que la caminata fue divertida, pesa más el imborrable recuerdo de los constantes intentos de soborno de la señora Bor por recibir las atenciones de su borazón, el señor Bor, la borma de su zapato, que no he visto jamás poner reparo alguno a concedérselas (sería imborcebible), o sus borboritos matinales aún aborujada en albornoz, con ese alborozado borboritmo tan particular.

En cuanto al boruquiento señor Bor, lo veo aún abordando alborozado la meticulosa destrucción de su vivienda, de pronto desborazonado al encontrar un material inesperado, corroborando una sospecha, abortando un nuevo intento, descubriendo un empapelado indeboroso bajo el yeso, qué borbaridad, imaginando ya en una fantasía cada vez menos borosa el final de los primeros sinsabores, los muros recompuestos, las puertas bornizadas, la colaboración definitiva de la materia, la subordinación al fin de la forma a la razón y hasta pequeños bortotipos de borespecímenes apenas bordiciendo algunas frases y borreteando bor el jardín.

sábado, 23 de marzo de 2013

De Principia

Hoy, 23 de marzo, es el Día Meteorológico Mundial (todas estas cosas acostumbran a escribirse siempre con mayúsculas, porque así hasta el más tonto, y sobre todo los más tontos, entiende que es algo muy importante), he descubierto involuntariamente nada más empezar a navegar por Internet esta mañana. He subido entonces un poco más la persiana (aún estaba amaneciendo) y he podido advertir, con cierta decepción, que la atmósfera no presentaba síntomas significativos de unirse a la celebración: un cielo bajo y gris, efecto de las nubes litorales típicas del cambio estacional. Nada de ventiscas, o de violentas tormentas tropicales, ni siquiera un modesto tornado mediterráneo.

No es de extrañar, si lo pienso bien. El jueves, por ejemplo, 21 de marzo, era el Día Mundial de la Poesía, y pese a que me esforcé más de lo acostumbrado en observar y escuchar a mis congéneres, no sospeché ni rastro de poesía hasta que, a punto ya de pasar la hoja del calendario, pude disfrutar en casa de unos breves instantes de lectura.

Los llamados “días mundiales”, al fin y al cabo, tienen esa función. Dan una oportunidad a diferentes asociaciones o instituciones para conseguir (por usurpación) notoriedad por un día, o para acreditar que se interesan en una cosa que en realidad no les preocupa lo más mínimo. Ambos impulsos, el afán de una efímera gloria y el ardid demagógico, han provocado la proliferación de días mundiales, hasta el punto que cada día del año ya está mundializado, y en ocasiones más de una vez, sometidos como estamos a la limitación de la órbita solar. Tal es el caso del citado Día Mundial de la Poesía, que comparte cartel con el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, el Día Forestal Mundial, el Día Europeo de los Archivos y el Día Mundial de la Marioneta.

Más fácil lo tienen los pobladores del planeta extrasolar Principia, situado en la constelación Hathi Near 17. Para empezar, la órbita del planeta alrededor de su estrella, Única, es de 4132 días, lo que les permite disponer de un número de días mucho mayor que el nuestro para dedicarlo a cualquier cosa. La otra ventaja la proporciona el nombre del planeta, Principia. Aquí tenemos “días mundiales” pero allí tienen “días principales”, con lo que sus habitantes conservan la facultad de dedicar otros días a la actividad celebrada fuera del “día principal”.

De todas formas, la costumbre de los días principales comporta también algunos problemas, como en la Tierra la de los días mundiales, eso sí, con las diferencias derivadas de la idiosincrasia del planeta. Pondré solo un ejemplo, aunque suficientemente ilustrativo:

La civilización de Principia, sensiblemente más avanzada que la nuestra, decidió dedicar el día 6 del mes 66 al asesinato. La jornada anual fue llamada “Día Principal del Asesinato y la Ejecución”. Dado el desconcierto que produjo en la población las posibilidades que ofrece el adjetivo “principal”, las autoridades de la PONU (Principal Organización de Naciones Unidas) decidieron legislar la excepción, convirtiendo el día en único, en honor a su estrella, con lo que la fecha pasó a llamarse ya en su segunda edición “Día Único del Asesinato y la Ejecución”. A partir de entonces, los condenados a muerte solo podían ser ejecutados el 6 del mes 66 de cada año, los ciudadanos de los diferentes Estados debían esperar siempre hasta esa fecha para consumar los actos de venganza que implicaran la muerte de otro semejante, los gobiernos solo podían declarar la guerra a otros países en esa misma fecha, desplegando sus ejércitos y haciendo uso de sus armas solo hasta las 24h de ese día, no pudiendo reanudar las operaciones militares hasta un año después, y las revoluciones y sublevaciones independentistas quedaban igualmente limitadas.

Al principio, a todo el mundo le pareció bien, pero pronto se evidenciaron los inconvenientes. Al cabo de cada larguísimo año de 4132 días, las cárceles estaban atestadas de condenados a muerte esperando el aplazado cumplimiento de la sentencia, con lo que acabaron proliferando los indultos, práctica que ocasionó furibundas oleadas de indignación entre las asociaciones de víctimas. Por otro lado, aumentaron los casos de depresión, dada la obligación de los individuos de reprimir sus ansias asesinas particulares durante tanto tiempo. Y peores fueron, si cabe, las consecuencias en política internacional, a causa de la imposibilidad de modificar las fronteras salvo de forma desesperantemente parsimoniosa, de independizarse o de acabar de un golpe con los gobiernos dictatoriales.

Al final, la PONU eliminó el Día Único del Asesinato y la Ejecución del calendario, cosa que hizo de Principia un planeta mucho más feliz aunque también más peligroso e inestable.

domingo, 17 de marzo de 2013

Dant


Muy bueno el último desliz de los telediarios de TV3. Hoy en la edición de las Telenotícies del mediodía, la presentadora comentaba la aparición de la última excrecencia de Dan Brown, Inferno (y seguramente así sea para quienes se adentren en sus páginas), en la sección cultural de las noticias (primer error, porque hubiera estado mejor en la de delitos ecológicos, por gastar papel para eso), momento en que he devuelto la atención al café recién hecho y la conversación de sobremesa. Sin embargo, pronto he tenido que interrumpir estas dos razonables prioridades porque la presentadora hablaba entonces de la relación (no me ha quedado claro si de homenaje, hurto o demasía) de la novela de Dan Brown con la Divina Comedia de... ¡Dant!

Siempre he entendido la traducción y adaptación de algunos nombres (localidades, títulos de obras literarias, pictóricas, cinematográficas) a las demás lenguas, aunque prefiero el original, salvo que la costumbre se haya impuesto (el caso de Londres frente a London, por ejemplo), pero parecía que los nombres propios estaban a salvo de esta práctica. La catalanización de Dant por Dante resulta tan grotesca como hipotéticas españolizaciones del tipo Guillermo Shakespeare, Luis de Beethoven o Micaela Obama.

Me ha quedado la duda de si la presentadora o el redactor de la noticia han asimilado heréticamente Dan (“Marrón” Brown) y Dante, pero me siento más inclinado a pensar que ni el uno ni el otro saben quién es Dante.


Les convendría. Lo van a ver pasar y ascender, desde su posición, guiado por Virgilio.

martes, 12 de marzo de 2013

Los premios (II)


Como decía en la última entrada, los temas y restricciones temáticas que algunos concursos exigen son de lo más extravagante. Pueden encontrarse, además, todo tipo de condiciones y limitaciones ciertamente curiosas que afectan a otros aspectos, como la extensión de las obras enviadas:

1. Se acostumbra a requerir un número de versos, de páginas o de caracteres razonable, en relación al género literario para el que se ha creado el premio, además de condiciones de tipo de letras márgenes y espaciado que unifiquen los criterios. Pero no siempre ocurre así, como en este caso, que solicita relatos

“cuya extensión máxima sea de tres folios y su extensión mínima sea de tres párrafos”.

Lo de los tres folios resulta comprensible, pero los tres párrafos ofrecen algunas dudas porque, ¿qué ocurre si tres párrafos resultan más extensos que tres folios? Nos encontraríamos entonces frente a una inquietante paradoja, una extensión del relato mayor y menor que el máximo al mismo tiempo, una verdadera aberración matemática.

2. Lo más divertido, sin embargo, siempre tiene que ver con el tema y las restricciones del contenido. Sin ninguna jerarquización en la categoría de los absurdos, procedo a exponer y comentar algunos exemplos:

En un concurso de microrrelatos que exige comenzar los textos con una frase determinada impuesta por los organizadores, se puntualiza que

“los microrrelatos no deberán contener  ningún tipo de insultos, expresiones peyorativas, descalificativos, expresiones discriminatorias, así como tampoco incitaciones a la violencia ni amenazas”.

Esto complica enormemente la escritura, no sé si ha reparado en ello la comisión convocante. Uno podría pensar que con estas condiciones, lo mejor sería escribir sobre flores, pero ¿qué hacer entonces ante la necesidad de hablar de los capullos? La opción entonces, tal vez sea un escenario bucólico sin alusión a los vegetales pero ¿habría que evitar referirse a cerdos, vacas, conejitos? Tampoco los espacios marítimos parecen apropiados ante el peligro de mencionar a los besugos y las ballenas. ¿Y la vida doméstica? Ni hablar, si hay que insinuar la existencia de algún mendrugo.

Y aún peor, diría yo, es lo que afecta a la morfosintaxis: nada de diminutivos ni de aumentativos, nada de cuantificadores como más, menos, muy, poco, o de superlativos como el mejor o el más, que sugieran la existencia de alguien que es peor o que es menos, y nada de prefijos con valor negativo como in- (infiel) o des- (desconsiderado).

3. Por una línea similar, aunque tal vez algo más ingenua, deambulan estos organizadores de un concurso de Cataluña:

“La temàtica és totalment lliure en totes les modalitats del concurs. No s'acceptaran aquells escrits que afectin alguns dels principis següents: dret a l'honor, a la intimitat personal i familiar, respecte a la dignitat de les persones, i no discriminació per motius d'ètnia, sexe, religió, opinió, nacionalitat, discapacitat o qualsevol altre circumstància personal o social.”

[“La temática es totalmente libre en todas las modalidades del concurso. No se aceptarán aquellos escritos que afecten a algunos de los siguientes principios: derecho al honor, a la intimidad personal y familiar, respeto a la dignidad de las personas, y no discriminación por motivos de etnia, sexo, religión, opinión, nacionalidad, discapacidad o cualquiera otra circunstancia personal o social.”]

Está bien que primero admitan cualquier temática e inmediatamente después digan que no. Está bien que se preocupen de salvaguardar los valores democráticos, aun en detrimento de los literarios. La última condición, sin embargo, “cualquiera otra circunstancia personal o social”, es inadmisible. “Cualquiera otra” lo incluye absolutamente todo, desde el primer momento de la existencia. No se me ocurre cómo no contravenir esta exigencia salvo enviando un relato con protagonistas vegetales, animales, objetos parlantes o extraterrestres, y eso sí, en ningún caso organizados socialmente.

4. Otro certamen, destinado a “poetisas” (el término ya provoca urticaria por cursi, ñoño y sexista) pretende “promover los valores republicanos sobre todo en los núcleos juveniles”, y aclara:

“Estos valores se pueden resumir en: la Igualdad, la Fraternidad, la Libertad, la Laicidad, la Solidaridad, la Justicia social, económica y política, la NO Violencia, la diversidad como valor de respeto e igualdad, la participación ciudadana y la profundización democrática, etc.”

Parece que los organizadores confunden formas de Estado con formas de gobierno. No sé si han pensado en la República Popular Democrática de Corea, en la República Islámica de Irán o en la República de Cuba. De todas formas, como que los valores enumerados no incluyen la decapitación del monarca ni el sufragio universal (hablan solo de “participación ciudadana”, pero también participa la ciudadanía norcoreana en los multitudinarios desfiles que organiza regularmente el gobierno de la República), uno no sabría exactamente (en caso de ser poetisa republicana) a qué atenerse a la hora de enviar un original.

5. Y no me digan que estos no son unos cachondos:

“Podrá participar en este certamen todo micro relato [sic] que, con un máximo de 100 palabras, trate un tema micológico en cualquiera de sus variantes. [...] el jurado valorará primordialmente narrativa y macromicetos [...] siendo entregado el galardón correspondiente al microrrelato ganador, durante la comida de confraternización que para socios y simpatizantes se celebrará [...]”.

Lo que no especifican las bases es si el menú consistirá solo en la ingestión de las setas más variadas o incluirá también la deglución de los micomicrorrelatos. En cualquier caso, lo más inquietante es el término confraternización.

6. Lo mejor lo he dejado para el final. Son todos aquellos concursos que tienen el amor como tema:

- Este me hace dudar de la teoría de los géneros no sexuales sino narrativos, ya que solicita
“treballs en prosa que s'englobin dins del gènere de relats barcelonins eròtics”.

He buscado por todas partes el género “relato barcelonés erótico”, sin éxito. No encuentro de todas formas que baste con eso para condenar el premio. El género tal vez aún no está descrito, pero puedo imaginarlo: las narraciones incluirán coitos en la Rambla, orgías multitudinarias al pie de la Sagrada Familia, sexo oral en los rincones discretos que ofrece la Plaça de Catalunya, y muchas otras cosas que se me ocurre que se pueden hacer en Barcelona, aunque dicen que Amsterdam y Las Vegas ofrecen más posibilidades.

- Este otro me trastorna intensamente:

“Podrán participar, sin límite de edad, todas aquellas personas [...] que lo deseen, enamorados, desamorados, ilusionados, desengañados, fieles, infieles, amantes, novios, casados... Los temas de las cartas serán el AMOR o el DESAMOR. Las cartas de amor o desamor podrán ser dirigidas a personas u objetos personificados, sin distinción de sexo, edad, color o rango.”

Las posibilidades combinatorias son considerables, pero las más desconcertantes serán sin duda las que incluyan a esos “objetos personificados”. ¿En qué pensaban los convocantes? ¿En un consolador de 19 años, caucásico, funcionario de carrera y bígamo desengañado?

- Por último, otro de “literatura romántica” que, no puedo negarlo, me conmueve:

“Se admitirán obras incluidas dentro del género de la literatura romántica en todos sus subgéneros y recursos literarios (paranormal, regencia victoriana, histórica, chick-lit, sentimental, medieval, timetravel, suspense, vaqueros, erótica, jeques, etc.).”

Lo de los jeques sobre todo; eso me ha llegado al corazón. Es verdad que los vaqueros y los templarios ponen mucho, pero los jeques... con todos esos millones, esos Rolls-Royce, esos caballos pura sangre y esas túnicas provocativas que esconden tesoros aún más admirables...


Foto: http://es.ioffer.com