domingo, 15 de julio de 2012

Va de bichos (IV)


Había dejado pendiente, no por pereza ni falta de tiempo, sino por pura perplejidad (tanta que me hace tartamudear con esta cacofonía de bilabiales sordas), la publicación del siguiente soneto de Rafael. No me decidía por ahorrarme el cierto embarazo que me provoca explicar las condiciones en que me llegó, pero el comentario publicado ayer mismo por “Rafael” me ha hecho reaccionar.

Las revelaciones de “Rafael” (las circunstancias obituarias del quelonio, la subespecie a que pertenecía e incluso su nombre), como testigo de primera mano, son enormemente valiosas, del mismo modo que los interrogantes planteados, que reproduzco a continuación:

la variedad de especies y subespecies entre los quelonios, invita a penetrar en una nueva problemática: ¿Puede Ramón (Testudo Graeca Ibera) proclamarse "la tortuga" y representar entre otras especias a, por ejemplo, la tortuga alligator, variedad de tortuga carnívora, depredadora y acuática?

Así pues, no me disgusta de ningún modo la reticencia de “Rafael” a aceptar mi interpretación («mi naturaleza se decanta más hacia la teoría conciliadora de Leibniz/Blancaneus que hacia la supuesta duplicidad sugerida por el Sr. Sanz») de los sonetos intercambiados con Mario Loppo, imposibilitado como estoy de contrastar otras fuentes (salvo una milagrosa intervención de “Tere” o del mismísimo Mario Loppo). Me preocupa, no obstante, y se entenderá el interés personal que tengo en ello, el conocimiento de que la tortuga se llamara Ramón, como un servidor, y no sé qué pensar.

A la espera de considerar detenidamente todas estas cuestiones, no quiero demorar por más tiempo, sin embargo, la difusión del soneto de “Rafael”. Antes, como anunciaba, quiero referirme a cómo ha llegado a mis manos, siquiera brevemente y con la ayuda de un par de imágenes. Encontré el soneto en mi buzón. Un papel blanco, como en la ocasión anterior, y también doblado, aunque en este caso de un modo más elaborado, de forma que el folio, en un ejercicio de papiroflexia inconcebible para mí, tenía la forma de una tortuga:




El soneto, de nuevo firmado por “Rafael”, que puede leer una vez desplegada la tortuga de papel (que lamentablemente no he sido capaz de volver a componer), responde al primero de Mario Loppo que publiqué, «Me sale qué sé yo como del pecho», y continúa en la misma línea allegro... ma serioso de los anterioes:

Mario, tu pretensión de dar consuelo
me achica el corazón, me lo deshoja
como una margarita se despoja
del sí y el no del pobre amante lelo.

Yo valoro que cubras con un velo
mi lánguida aflicción, pues se me antoja
que compartes el mal que me acongoja
y lamentas que aquél se fuera al cielo.

Fue un bicho, sí, fue un alma que, descalza,
en la gloria entrará, pues lo merece,
y aunque tan generosamente se alza

tu voz para paliar el mal que crece
día a día en mi ser, tal vez no alcanza
a borrar mi dolor; mas se agradece.

Rafael

viernes, 13 de julio de 2012

Hoy como ayer, mañana como hoy

"Hoy como ayer, mañana como hoy", comenzaba diciendo aquella Rima LVI de Bécquer, que después de la revolución dejó de aparecer en sucesivas ediciones. Pero claro, es que las cosas han cambiado mucho desde entonces.

Todo iba más o menos bien en la FRBB (la Falsa República de Banana Beach) hasta aquel día. Y digo más o menos bien porque sí, el país iba camino de los seis millones de parados, los funcionarios se habían quedado sin paga extra, les habían rebajado el sueldo, trabajaban más, mucha gente tenía que decidir entre comer o medicarse, las clases ahora se hacían en las antiguas granjas de pollos, una vez que estos habían desaparecido a causa de la hambruna (las de cerdos, de momento, estaban blindadas contra cualquier amenaza externa, porque las sociedades de estas granjas tenían todas la sede en Suiza), hasta las corridas de toros se habían suprimido en todo el país (con el consiguiente enfado de las asociaciones antitaurinas, ya que la causa era no la piedad hacia los pobres animales sino la extinción de los mismos por la misma causa que acabó con los pollos), y había otros muchos problemas que no cuento por no hacerme prolijo y cansino y porque todo el mundo los conocía de sobra en la FRBB. A pesar de todo, las cosas no estaban tan mal, porque los ciudadanos de la FRBB siempre habían sido, desde tiempos inmemoriales, bastante sufridos.

La cosa cambió radicalmente después de aquella sesión parlamentaria en que la diputada Andrea F., del partido gobernante, tras la aprobación de una serie de medidas que liquidaban las débiles esperanzas de supervivencia de una gran parte de los ciudadanos, había sido sorprendida gritando "¡Que se jodan! ¡Que se jodan!". La interpretación inmediata fue que el exabrupto iba dirigido a los parados, con la pronta indignación de amplios sectores parlamentarios y sociales. El partido gobernante, el conocido PP (Partido Prepotente), tranquilizó los ánimos con facilidad, asegurando que las palabras citadas no iban dirigidas a los parados sino al principal partido de la oposición, el PSOE (Partido Solo de Oposición Estética), cosa que, al parecer, era menos grave, pues así se entendía en la FRBB, que si uno estaba en la oposición era para eso, para joderse, y que no merecía ningún respeto.

Lo malo fue que las explicaciones del PP no acabaron de convencer a los ciudadanos de la FRBB (tal vez sí a los votantes, porque en la FRBB, ciudadanos y votantes eran cosas muy distintas, como bien demostraba el hecho de que casi ningún ciudadano admitiese jamás haber votado al partido gobernante, fuese el que fuese, cuando las cosas iban mal, y por tanto los votantes tenían que ser necesariamente otros). Como consecuencia de la desconfianza, comenzaron a correr multitud de rumores, algunos con fundamento, otros no tanto. De entre todos ellos, hubo dos especialmente graves. Uno fue que la diputada Andrea F. no había dicho exactamente "¡Que se jodan!", sino "¡Kitty Hodan!", el nombre de una amiga suya de la infancia. Resultó que, con el tiempo, la tal Kitty Hodan, se había adherido a una ideología totalmente contraria a la de la diputada Andrea F. y se había hecho activista. Los activistas eran peligrosos, porque tenían actividad, y eso iba en contra de los intereses del Gobierno, fuese del partido que fuese, que siempre pretendía la inmovilidad. El otro rumor, aún peor, tanto que acabó provocando el fin del Régimen, fue que la diputada tenía alojada en el cerebro una bola de mierda, causada por consumo continuado de caviarpericón y cocamisqui, dos sustancias prohibidas (aunque de uso muy extendido entre la clase política de la FRBB).

Así fue que empezó la revolución en la FRBB, y que las cosas comenzaron a ir un poco mejor. Lástima, eso sí, que total, solo porque una diputada tenía en el cerebro una bola de mierda, como si fuese algo tan raro.

sábado, 7 de julio de 2012

Va de bichos (III)

El tema de la tortuga ha adquirido una cierta magnitud, no exenta de implicaciones metafísicas, a la que no sé si seré capaz de enfrentarme. Revisando los originales de Mario Loppo y el siguiente soneto de “Rafael” que continúa la serie y que hoy mismo ha llegado a mis manos, advierto la total pertinencia de la duda planteada por el mismo “Rafael” en respuesta al comentario de “Blancaneus” (¿un trasunto de la misteriosa “Tere”?), es decir, la cuestión de si la tortuga de los sonetos es una tortuga (un ejemplar concreto, propiedad, según parece de “Rafael”) o si es, también, la Tortuga, la especie, la idea de tortuga, la tortuga platónica y la palabra “tortuga” que es todas las tortugas, siguiendo la misma doctrina platónica expuesta en el Cratilo, y actualizada, como recuerda “Rafael” por Schopenhauer.

Curiosamente, mágicamente (por no utilizar el más perturbador necesariamente), hoy mismo, curioseando en el Facebook, ha llegado ante mis ojos una curiosa estampita de esas que circulan por las redes sociales como las excreciones que flotan en las aguas del Ganges y que suelen ir acompañadas de los habituales comentarios insustanciales o gazmoños o ambas cosas a un tiempo y los apasionados e irreflexivos “me gusta” (las estampitas, no las excrecencias), que se refería a Schopenhauer:



Es lo que tienen las palabras. Basta que nos atraigan por su disposición o su sonido (o por la personalidad y autoridad de su emisor, como es el caso), aunque no digan gran cosa. La majadería hubiera sido inmensa, de haber sido informada por un pensador inmenso también. Pero Schopenhauer, por voluntad propia, no lo era (Jorge Bucay tampoco, que conste, que no quiero que me acusen de desarbitrio). Lo que sí es verdad es que me ha hecho gracia porque, ¿qué tal esta variación?: "La filosofía es un ejercicio de inconsciencia verbal, mediante la cual la metafísica suena como la música, y después se organiza en tratados sistemáticos de espiritismo".

Pero bueno, me estoy desviando de la cuestión. Y la cuestión es que yo optaría por una duplicidad en cuanto a la tortuga de marras, como las damas de aquellos poetas petrarquistas que existían de forma real a veces (de lejos, con los cabellos de oro al viento, o de cerca, mayormente en frecuentados burdeles, e igualmente desmelenadas) pero que casi siempre respondían a un modelo ideal y prefijado.

Lo de “Blancaneus” ya es otro tema, tal vez más delicado incluso. Va de bichos también, se ve, y de cuentos, y además:
a) no se trata de la “Blancanieves” del cuento, que es eterna (es la especie zoológica “casi adolescente intocable”) o
b) “Blancanieves” se ha escapado realmente del cuento y se ha convertido en un ejemplar concreto (¿cuál es su nombre?) o
c) la “Blancaneus” de Mario Loppo no tiene nada que ver con la del cuento, y en ese caso yo me he confundido de cuento, los siete enanos conspiran de todos modos contra mí y además no soy el Príncipe.

domingo, 1 de julio de 2012

Va de bichos (II)

Tengo que confesar que el mero hecho de contarlo me produce ya una incómoda inquietud, como de cosa soñada vuelta solo cosa. Me ha venido a la memoria de inmediato aquellas breves líneas de Coleridge, reproducidas por Borges en “La flor de Coleridge” de Otras inquisiciones: “Si un hombre atravesara el Paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces, qué?”

Lo alarmante del caso de hoy no es el hallazgo de la flor en la mano sino que la presunción razonada que hacía ayer (a diferencia del sueño fantástico de un paraíso) acerca de una correspondencia de sonetos entre Mario Loppo y otro (¿otros?) autores sea real, y que la prueba haya llegado hasta mi propia casa antes casi de intentar seriamente la búsqueda.

Hace solo un rato, en mitad de la violenta tormenta que asolaba Reus, ha sonado el timbre de mi piso. ¿Comerciales en domingo? No. ¿Una visita intempestiva? No, tampoco, al menos de nadie que quiera perder definitivamente mi amistad o el reconocimiento de cualquier parentesco familiar. Tal vez algún vecino en apuros, he pensado, algún problema en el edificio a causa de la tormenta. Así que me he levantado, difícil, laboriosamente, a abrir la puerta.

Nadie. He tardado mucho, tal vez. Pero, ¿no es nadie un papel doblado justo en la entrada? Era un folio blanco doblado por la mitad y con tan solo una de sus caras, la interior, escrita. El agua había atravesado el papel, totalmente empapado en su parte exterior, y todavía un pedacito de hielo, resto del granizo que caía entonces, se deshacía dentro. La nota, a pesar de todo, era aún legible entonces, aunque ahora ya apenas lo es. He tenido tiempo suficiente para transcribirla, y casi me ha faltado para reproducirla aquí:

Estimado señor,

en honor a la verdad y sin ánimo de polémicas,  el soneto que inaugura la serie es el que sigue, y no el que publica usted en su blog:

ELEGÍA  A UNA TORTUGA DE TIERRA

Tan solo ayer rozabas la maleza
con la bóveda gris que te corona,
 y erguida hacia la luz, tu faz tristona
sorteaba la espesura con firmeza.

Ahora la corrupción acaso empieza
a devorar tu cuerpo, y abandona
tu alma reptil la concha cimarrona
que trazó la eficaz naturaleza.

Faltará tu figura en este huerto,
oculta, silenciosa, casi ausente;
admitiré este duelo que ahora advierto

cubriendo de aflicción mi ajada frente,
y aunque tu corazón esté ya muerto,
en mí palpitará, calladamente.


Se justifica, de este modo, el carácter de respuesta que planea sobre el soneto siguiente (el publicado).

Un saludo.

Rafael.


Del papel, ahora, solo queda una confusión de fragmentos. El estado en que me ha llegado ha propiciado su práctica desintegración, y mi ansiedad ha hecho el resto. Pero sé que no ha sido un sueño porque he podido leerlo y copiar aquí su contenido. Hay alguien muy atento a las noticias referentes a Mario Loppo y que sabe más de él que tal vez yo mismo, y que también sabe dónde vivo y sigue tal vez mis pasos.

“Rafael”, firma. ¿Debo esperar también la visita de “Tere”? Y ahora, ¿qué hacer con los siguientes sonetos de Mario? Al que publiqué en primer lugar le precedía este que hoy doy a conocer en tan extrañas circunstancias, y tiene que seguirle otro u otros, antes de que el siguiente de Mario Loppo pueda ocupar su lugar correspondiente en la serie. “Algo, que ciertamente no se nombra con la palabra azar, rige estas cosas; otro ya recibió en otras borrosas tardes...”